Irremediablemente contagiados… por la Geología

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Dado que este año el 8 de marzo coincidía en domingo, desde el IGME quisimos anticiparnos y celebrarlo dos días antes al grito de “Mamá ¿qué haces?” un eslogan que de ningún modo quiere minimizar la importancia de las mujeres sin hijos, sino que quiere evidenciar el plus que supone dedicarse a una carrera técnica o de investigación siendo madre. Para ello contamos con varias de nuestras expertas, Estefanía Llave, Almudena de la Losa, Carolina Guardiola, Juana Vegas, Eva Bellido, Diana Ponce de León y la ausencia de Paula Fernández Canteli, que finalmente no pudo acudir como hubiera querido a la cita. Siempre al quite, Ana Rodrigo y Marta Campesino estuvieron pendientes en todo momento de los chavales del colegio público Gustavo Adolfo Bécquer durante su visita al museo donde Bartolomé y Sol, nuestros voluntarios mayores, les metieron un poco más si cabe el gusanillo. Habían venido preparados con el cuaderno lleno de preguntas para nuestras especialistas y no contentos con eso se acercaban a escuchar y a tomar notas de las explicaciones.  Bastaba con enseñarles a los chicos y chicas la geoda de amatista o los coprolitos para espolear su curiosidad. ¡Ya serán ellos los que en clase, en casa, sigan preguntando y preguntándose por todo lo que pudieron ver en las vitrinas del museo!

Pero para inocularles de verdad la pasión por la geología y ya que como en todo contagio es importante el contacto nos trajimos a seis de las mujeres que trabajan en el IGME, aunque podríamos haber llenado la sala de ingenieras de minas, paleontólogas, administrativas, geólogas, ingenieras de montes…

Las “chicas del IGME” -discúlpennos el remedo de la serie televisiva- no dudaron en contarles desde la importancia de la investigación en la Antártida para, conociendo las características de las corrientes marinas, saber cómo pueden influir en el cambio climático y viceversa. La andaluza Estefanía Llave dejó a todos boquiabiertos con los inesperados descubrimientos que a veces en forma de bombas sin estallar deparan los fondos marinos o con las jornadas inacabables y los insoslayables mareos a bordo del Hespérides.

Almudena de la Losa empezó fuerte, martillo en mano, captando así la atención de todos los chicos y chicas, al tiempo que les comentaba en qué consisten las labores de muestreo de las aguas pasó a desgranar el trabajo de una hidrogeóloga como ella en jornadas de sol a sol. Nuestra compañera les fue desvelando los secretos de una mochila cargada de instrumental y dejó a más de uno pensando en aquel artefacto que pita al tocar el fondo de las aguas en que se sumerge. Una operación en la que contó con la ayuda de su compañera Carolina Guardiola que decidió subir aún más el listón y se atrevió a tentarles con dejarse cautivar por las Matemáticas, la habitual bestia negra entre los escolares, demostrándoles con un argumento de lo más aristotélico que el ejercicio y la práctica de la disciplina ofrecen, más allá de las sumas, restas, fracciones y decimales un futuro de diversión que les aguarda. Y tranquilizó a más de uno, inquieto con la posibilidad de que se produzca un tsunami en Madrid o de un desabastecimiento de agua provocado por una sequía.

La siguiente en intervenir, Juana Vegas les aleccionó sobre por qué es necesario cuidar esos llamados “Lugares de Interés Geológico” a los que, aunque algún despistado lo negara, van de excursión con sus padres y madres. Y les habló de las invisibles “gafas especiales” que las personas que trabajan en geología se ponen para leer así la historia de cada paisaje y dejar a todos intrigados en aquella época en la que la Península Ibérica era una gran isla cuando no había ni rastro de los seres humanos.  La especialista en patrimonio geológico confesó a la chavalería que su amor por la Biología se topó con la aversión por la sangre en las prácticas de disección y de ahí surgió una nueva vocación por la Geología, en la que tuvo que aprender a escuchar la voz de las rocas para entender cómo ayudarlas para evitar las agresiones, muchas veces silenciosas, que sufren. A la pregunta de uno de los chavales de si no le costaba mucho eso de atender esas urgencias de las piedras, Juana les aseguró que, cuando se piden voluntarios todos son brazos en alto, todos los expertos del IGME están deseosos de acudir cuando llega el momento y que esa circunstancia cambiante hace que el trabajo sea siempre diferente, siempre retador.

Los ensayos con las muestras, las pruebas de resistencia, pero, sobre todo, los achiperres de Eva Bellido, venida desde el Laboratorio de Tres Cantos, donde la presencia de mujeres, quiso recordar, es mayoritaria, embaucaron al público y eso que no llegó a ponerse la máscara de los ácidos. El alumnado de cuarto de Primaria del Gustavo Adolfo Bécquer y sus profesores y profesoras pudieron aprender desde qué es una micra a cómo se puede conocer la composición química, las técnicas de disolución, el comportamientos de suelos, los riesgos laborales que hacen necesario el uso de medidas de protección en un laboratorio, más allá de la bata con la que se quiso sentir delante de los chiquillos como en su casa o las sorprendentes rutinas de trabajo diarias en un sitio donde cualquier fallo o imprecisión puede tener consecuencias imprevisibles.

Y finalmente quedaba por contar el papel del IGME en otras latitudes… Diana Ponce de León, experta en riesgos geológicos y en Relaciones Internacionales fue la encargada de contarles a los chavales que #juntosencienciasomosmás y que, con esa filosofía de trabajo, aprovechando que la Tierra es redonda y que el mundo cada vez está más interconectado podemos hacer grandes cosas con otros países, especialmente del ámbito latinoamericano. Expertos que, superando las fronteras comparten conocimiento y experiencias para ponerlas al servicio de la ciudadanía y del avance de la ciencia.

Sabemos que los chavales se fueron con un chute de energía, porque al cierre de la sesión hubo hasta alguna pregunta de última hora de quien no se quiere marchar y espera todavía el bis. Al reparar en ello, Ana Rodrigo, la directora del Museo Geominero no podía sino emocionarse al recordar a la niña del chaleco rosa, con ese entusiasmo que prueba que ya tenemos una más en nuestras filas. Una muchacha a la que hoy se le abrieron los ojos a esa ciencia desconocida, la geología, y que, a pesar de la casi desaparición de las aulas, sigue enganchando. Es un mal síntoma, porque las Ciencias de la Tierra se han demostrado tan pertinaces en su supervivencia que uno diría que será imposible acabar con ellas. De momento no hay vacuna para ello y la prueba está en que se trata de un mal que se transmite de boca a oreja: quien asiste a una clase de geología o paleontología ya deja de ser inmune. Pero no solamente fueron los chavales los que cayeron víctimas del evento, podría decirse que para nuestras técnicas y científicas la experiencia les sirvió para intercambiar experiencias con sus compañeras, conocer cómo se maneja cada una de ellas a la hora de divulgar con públicos tan exigentes como son los niños y niñas en edad escolar y transmitir que el amor por la Geología y las ciencias afines es una epidemia ya global, a la que os invitamos desde el IGME a contagiaros.

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Alicia González (alicia.gonzalez@igme.es)
Prensa
Instituto Geológico y Minero de España

 

 

 

 

 

 

 

 

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Geosepe dice:

    A ver si tambien se contagian las empresas, que falta nos hace a los geologos

    Me gusta

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